Después de ser ignorada la conciencia y abatida la razón aparece el camino
El terreno esquivo se asemeja a la cansada sombra de este pasaje turbio
Mi corazón aguarda sereno la extinción ahora inevitable de cada sensación de pulso
Estas manos inmóviles intentan gritar desesperadas consiguiendo solo un torpe suspiro
La garganta pierde la voz, la piel pierde la paz, el cielo pierde la tranquilidad
Antes el silencio lo era todo, ahora, doloroso violín separa mi cuerpo de mi alma
Estremecedor ocaso de sinfonía monóloga, única, inconfundible: réquiem en Re menor
Las manos elidiendo el frío agobiante, aludiendo al dolor que representan
Ésta noche es calma, es negra como siempre, sólo ella no falla, no miente ni engaña
Conserva ese sitio para mí, donde mis dolores son agua, donde mis demonios son nada
El lugar y tiempo donde la luna interrumpe su silente serenata para mirarme solo a mí
Llora conmigo y se embriaga, me lleva a sus sitios secretos con juegos de infancia
En segundos viajamos siglos, en un paso recorremos mares,
Derrocamos civilizaciones, de luz de luna construimos altares
Déjame aquí donde terminarán mis signos vitales, al lado de la luna, en la noche
Qué importa sí el corazón no siente más sí la puedo sentir a ella
Sí se hunde el cielo o pierden las alas los seres divinos, no es relevante
Ignoro sí el momento anterior hubo dolor o hambre, no lo se, no lo recuerdo
Tampoco conozco el rostro que inútilmente lanzó el proyectil sedante
Ese dolor era inevitable, ya lo había vivido, ya me había dolido...
Espera...
Si...
Surte efecto... pero sólo logra hacerme cerrar los ojos...
Amén.